lunes, 16 de enero de 2012

The Artist: un homenaje al cine mudo

The artist es una película con una reflexiva combinación de temas que nos transporta a una época en la que el cine tenía otras premisas. La fragilidad del éxito, el orgullo narcisista del triunfador, los cambios que genera el progreso y que nos pueden dejar en la cuneta, son todos ellos temas que toca este optimista drama con toques de humor que se convierte en una excelente metáfora del cine mudo en donde el propio sonido de un vaso nos puede parecer algo revelador y sorprendente.
El casting no podía ser mejor
El tema desde luego no es nuevo. Billy Wilder hizo una versión de esta misma historia mucho más melodramática y corrosiva en El crepúsculo de los dioses (1950) en donde ya se planteaba la historia de una estrella abandonada por la eclosión del cine sonoro. Sin embargo, el gran acierto de esta película es haberla hecho sin diálogos con una pareja de actores realmente extraordinaria que hace que la película funcione a las mil maravillas y que la hace muy recomendable.

Si bien el guión tiene algún pequeño bajón sin demasiada importancia, precisamente en la subtrama del mayordomo en donde el film se para un poco, el resto es bastante previsible y funcional. No hay giros inesperados en la trama lo que hace que la película sea en ese sentido poco ambiciosa y poco sorprendente, sin embargo, la forma de plantear la historia, su humor inesperado a veces estático (ese perro que siempre le acompaña), el justo toque dramático y humano (la película enlatada a la que se abraza), las interpretaciones excelentes (Berenice Bejo excelente y Jean Dujardin magnífico) durante todo el metraje, un ligero aire melancólico y la sucesión de escenas magníficamente resueltas hace que la película nos termine emocionando a lo largo de diferentes momentos.

La música es un catalizador de emociones
Existe en el cine y en los guiones una ley no escrita (aunque ya se ha escrito mucho de ello) que dice que menos es más. Cuánto menos se hable mejor. Pues bien, lo interesante de The artist es la demostración práctica de que los diálogos casi siempre sobran en el cine, que muchas películas tienen un exceso de explicaciones que aburren (un simple ejemplo: Batman begins en donde sobran literalmente el 50% de los diálogos), y que si las escenas están bien planteadas se pueden entender de principio a fin, sin necesidad de tanta palabrería.

Y eso es algo que se consigue en esta película y que supone una lección de cine: al mismo tiempo que plantea el inexorable avance de la técnica nos hace reflexionar sobre cómo algunos elementos del cine clásico siguen teniendo vigencia hoy en día a la hora de narrar historias.

Por último, si tengo que elegir una escena de toda la película, me quedo con la escena del baile del final que me pareció simplemente portentosa. Recomiendo ir a verla. No se la pierdan.

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