viernes, 1 de abril de 2011

El principio de la abundancia


Este principio es para trabajarlo toda la vida por supuesto, no se trata de una receta mágica ni nada parecido sino de darse cuenta de algunas cosas que tal vez no somos conscientes. También se podría describir como una manera de sintonizar con la prosperidad y la abundancia, pero primero tenemos que saber qué es la abundancia y cómo podemos sintonizar con ella.
Un primer dato que me gustaría contarte es que los científicos han descubierto o hablan del universo en términos de que el Universo está compuesto en un 70% de algo que llaman energía oscura, es decir, energía. Piénsalo por un momento. El 70% de todo es energía. Sólo un 5% es materia, estrellas y polvo. El 25% restante es materia oscura. No es difícil afirmar que el Universo es un misterio y que por lo tanto hay muchas cosas en las que tenemos que ser humildes pues no sabemos casi nada.
Pero volviendo al tema... te decía que la cosa empieza por sintonizar con algo que hemos llamado abundancia, lo contrario es sintonizar con la escasez, no es desacabellado decir que viviendo en un universo que es infinito, el concepto de escasez empieza a ser absurdo y que es más propio del hombre como ser humano que de la naturaleza.
Cuando alguien sintoniza con la escasez, sus posibilidades merman, aparecen obstáculos y límites. Por decirlo de alguna manera, sintonizar con la escasez es caer en una trampa creada por el hombre. De hecho cuando una persona sintoniza con la escasez, normalmente hace referencia a escasez económica, falta de dinero, de relaciones, de trabajo, etc, etc, así la lista podría ser larga. Lo primero a pensar: todo lo que uno necesita se encuentra en el mundo en donde vivimos. ¿Dónde si no podría estar? Luego es algo factible. 
La gente que vive en la escasez está centrada en lo que le falta y deja de ver la potencialidad que hay en todas las situaciones. Un ejemplo, tengo una manzana, si la miro con escasez, sólo veo una manzana, si la miro con abundancia veo que de esa manzana podrían salir miles o incluso millones de manzanas y es verdad, tan sólo habría que plantar las semillas y esperar. Otro ejemplo, los espermatozoides de un solo hombre podrían repoblar la tierra entera y es cierto, potencialmente podrían fecundar miles o millones de óvulos. 
La soledad es un ejemplo perfecto del principio de la escasez. Nos sentimos solos en un mundo que está superpoblado. ¿No es raro? ¿No es algo incongruente? ¿No será que cuando nos sentimos solos estamos simplemente “desconectados” de los demás”? Este mismo ejemplo puede servir para la cuestión material por supuesto. 
Pero vayamos paso a paso porque no es fácil, ya que en general, las economías occidentales se han desarrollado bajo el principio de la escasez. El trabajo es un bien escaso es una frase que se oye en muchas facultades de economía y ahora con las tasas de paro que hay resulta una verdad incuestionable, especialmente en España. ¿Cómo puede ser el trabajo un bien escaso cuando existen tantas y tantas cosas por hacer en la tierra? ¿No será mejor decir que el trabajo tal y como lo hemos definido y contextualizado ha perdido verdaderamente su significado como tal? En este sentido es muy interesante las ideas de John Seymour (“El horticultor autosuficiente”; 1978; Dorling Kindersley) sobre el autoabastecimiento y como los trabajos modernos han hecho del hombre un ser bastante inútil, incapaz de satisfacerse por sí solo las necesidades más básicas: comer y tener un techo por ejemplo y le ha hecho totalmente dependiente de terceros que suministran estos bienes. La palabra “dependencia” tiene aquí un significado especialmente importante y se podría desarrollar en un tema aparte.
Sigamos con la abundancia. Y al hacerlo, no podemos evitar traer a colación otro concepto que es el de la posesión. Uno de los culpables de que caigamos en el principio de la escasez es el hecho de tener necesidad de posesión sobre las cosas. La necesidad de tener cosas se basa en la creeencia de que no tenemos todo lo que necesitamos y va en contra de la idea de que vivimos en universo en donde la energía fluye libremente y en proporciones infinitas. La idea de ser posesivo va en contra frontalmente de la generosidad y del hecho de que todo se encuentra en constante evolución y transformación. 
Sí... pero al final yo gano tanto y no tengo más que para....
¡Vale!  Volvamos al mundo real, es verdad, podemos argumentar que hay límites, que solo tengo este dinero, que no tengo tal cosa que necesito. Bien, el primer paso para dar respuesta a esto es empezar a valorar lo que uno tiene. Sí, es verdad que suena a libro de sermones positivos, pero vamos a fijarnos en ello porque es muy interesante. 
Un ejemplo. Cuando una persona cualquiera, no hace falta que sea especial, ni tenga estudios ni inteligente ni nada, cuando una persona cualquiera, tú misma, te enfrentas a una necesidad de verdad suele ocurrir una cosa: no hay dinero en el mundo que te pueda comprar esa necesidad. El ejemplo perfecto: la vida o la muerte. La salud. Los brazos....
Si uno pierde los brazos: ¿Cuánto dinero pagaría por recuperarlos? Es una pregunta que no tiene sentido, en realidad pagaríamos lo que fuera, no importa. ¿Cuánto dinero pagaríamos por respirar? Sobre esto sólo se dan cuenta los que son millonarios de cuenta corriente, es decir, de dinero, ellos se dan cuenta de que el dinero que tienen es limitado, es decir, les puede servir para ciertas cosas, pero para otras es completamente inútil. La gente que es pobre no se lo acaba de creer, pero porque han desarrollado un pensamiento desde la debilidad, es decir, desde la escasez. ¿Cuánto cuesta el amor? 
Hay un filósofo llamado Osho, algo transgesor, que decía que el milagro de la vida es que las cosas verdaderamente hermosas y que mayor felicidad nos pueden dar son gratis y existen en completa abundancia y no es una tontería si se reflexiona sobre ello, pero nuestra mente limitada nos hace caer una y otra vez en el error de la escasez para el cual sea dicho de paso estamos más o menos programados. 
¿Cuánto pagaríamos por comprar una playa con un océano delante con maravillosas olas y puestas de sol? Es posible que muy pocas personas puedan comprar eso y sin embargo, en nuestro litoral tenemos todas esas playas que son absolutamente gratis y podemos disfrutar. ¿Valoramos eso? ¿Valoramos las cosas que son de todos y que podemos disfrutar gratuitamente?
La economía está basada, entre otras cosas, en el proceso de comprar y en el concepto de propiedad privada. El mensaje que recibimos desde pequeños es que para triunfar tienes que tener. Cuanto más mejor. El éxito generalmente está visto como el llegar a tener mucho. Y para ello hay que esclavizarse trabajando para otros. Esclavizarse en el término de dar tu tiempo a cambio de dinero y mayor o menor obediencia según los puestos. 
Así, pues valorar lo que se tiene, todo, absolutamente todo lo que se tiene, hasta esas pequeñas cosas que no les prestamos atención de nuestra casa pero que nos hacen la vida más cómoda, es el primer paso para sintonizar de verdad con la abundancia y requiere empezar a valorar todas y cada una de las cosas que la vida nos ofrece, con frecuencia, sin hacer nosotros un esfuerzo para conseguirlas.

sábado, 12 de marzo de 2011

Tiempo para amar

Se despertó en el motel junto a la carretera. Había dormido vestida. Salió fuera y observó el horizonte. Estaba sola en la inmensidad del desierto de Mojave.

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Todo está conectado con todo. Parece increíble, pero uno de tus átomos tal vez viviera en el ombligo de Cleopatra. Todo está conectado. Lo que tú hagas aquí y ahora terminará por crear una secuencia de acontecimientos que seguirán fluyendo durante siglos y siglos y así interminablemente. La vida a veces es increíblemente dura, todos vivimos en una realidad aparentemente fría, cruel e inconexa, pero no es así, la realidad es la misma para todos, compartimos el mismo espacio y tiempo y solo la muerte nos ofrece una certeza inexpugnable.

Carretera que atraviesa el desierto de Mojave
Todo lo demás se lo lleva el viento. Igual que el viento del desierto de Mojave que ahora golpeaba el rostro de Amy, nuestra protagonista de esta singular historia. Amy trabajaba de abogada en Detroit y había decidido dejar el trabajo una temporada y viajar sin más ataduras que una tarjeta de crédito. Todo eso lo podía hacer gracias al dinero de una herencia bastante generosa. 356.876 dólares para ser exactos que recibió de su difunto padre.

El mundo da vueltas sobre sí mismo. Lo mismo hacemos nosotros. Es como si repitiesemos la misma clase una y otra vez tratando de aprender algo y sin embargo, no parece que podamos aprender hasta que UNA GRAN LECCIÓN nos cae del cielo y nos golpea tan fuerte en la cabeza que rápidamente nos hace aprender de golpe y porrazo todo lo que necesitamos en ese momento.

Amy lo había dejado con su novio. Un tipo de California que tenía un negocio de perreras, algo que a ella no le atrajo nunca, bueno más bien le repugnaba. Así que ahora estaba sola, pero sola de verdad y por eso mismo, estaba haciendo un experimento. Con 30 años había decidido hacer un extraño experimento con su vida y su carrera.

Viajaría en coche sin rumbo por los Estados Unidos y no le diría que no a nada.

Constantemenete estamos tomando decisiones de forma activa y de forma pasiva. No hacemos algo por miedo a las consecuencias. Hacemos cosas pensando que nos van a reportar un beneficio, a veces muy a largo plazo y mientras tanto... nos olvidamos de vivir. Borramos de la cabeza que solo existe un tiempo que se llama presente y que el futuro y el pasado son abstracciones que nuestra mente puede hacer y que ello nos ha servido para construir nuestra civilización, pero al mismo tiempo es una trampa mortal. La trampa de la infelicidad.

Amy no quería estar más tiempo en esa trampa, por eso había decidido abrir las válvulas.

Subió al coche y pese a no querer tener ningún rumbo, no pudo evitar dirigirse a las montañas rocosas en donde vivía alguien muy especial para ella. El único hombre que había amado de verdad.

El amor es extraño, complejo, enormemente satisfactorio y sanguinariamente cruel. Cuanto más quieres menos percibes. Cuanto más das, más recibes. Si hay una regla para medir la madurez de una persona esa regla es la capacidad de amar a otras personas. Amy lo sabía. Había amado de verdad. Y todo el que ama de verdad en esta vida ya no se puede conformar con migajas. Uno entra en una nueva y certera dimensión en donde sabes que ya no se puede dar marcha atrás. El club del verdadero AMOR. Es difícil escapar ya. Alguien dijo que solo se ama una vez de verdad.

Pero Amy no creía eso. Ella pensaba que si se ama se puede amar infinitamente. Hasta donde uno quiera y tenga ganas de hacerlo sin más límite que la muerte. La fatídica muerte otra vez recordándonos que a la vuelta de la esquina de pronto se acaba todo de golpe. Y entonces ya no habrá más lecciones que aprender. No habrá más sufrimiento. Y no habrá más amor. No habrá nada.

Por eso Amy aceleró. Porque por un momento pensó que se le acababa el tiempo y quería verlo a toda costa. Necesitaba verlo.

Pero ni siquiera sabía si estaba vivo.